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Elisa, temerosa, observaba su mano, la señal invitándola y su sonrisa diabólica la tentaba a dar un paso adelante. Pero ella caería. Elisa aún no estaba al borde, todavía tenía un par de pasos más pero con el terreno tan delgado le temía que con el peso de dos personas el suelo se rompería y caerían.
Sus ojos azules que miraban su mano que se extendió hacia ella se desplazaron hacia sus ojos que tenían una intención traviesa pero ella se sentía más segura con esa mirada calma que suavizaba su corazón.
Elisa aún no había tomado una decisión pero sus zapatos se movían lentamente hacia él y su mano derecha que descansaba a su lado se levantó para tomar la mano que Ian le ofrecía. Sus dedos rozaron su piel que sentía fría y cuando su mano encajó en la palma grande de él, la frialdad se volvió más cálida.
Ian estaba complacido de ver la sumisión de Elisa hacia él. Qué adorablemente mortal pensaba Ian para sí mismo. Su lengua recorrió sus dientes superiores para sentir su agudeza.