El enano miraba a Raine y Esperanza de ida y vuelta a través de sus ojos verdes, que parecían demasiado grandes para su pequeño rostro.
—Ahora dime, ¿qué quieres decir con esa afirmación que implica que tengo un corazón manchado? —preguntó Raine impaciente. Había estado pensando en su respuesta desde su último perturbador encuentro con esta criatura espeluznante. Si Serefina no la hubiera detenido, o si ella hubiera tenido la misma cantidad de valentía de entonces, como la que tenía ahora, Raine no se habría ido sin escuchar su respuesta en ese mismo día.
—Primero, déjenme preguntarles a ustedes dos —el enano miró a Esperanza y a Raine con una sonrisa astuta en sus labios—. ¿Todavía tienen problemas para controlar su poder? ¿Hasta dónde han avanzado en la utilización de su poder?
Cuando Raine estaba a punto de responder, el enano levantó la mano. —Escuchémosla a ti primero —dijo, asintiendo con la cabeza hacia Esperanza.