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Para la ceremonia, todo el suelo de la sala del trono se había convertido en una piscina bastante grande pero superficial, la cual estaba llena de agua fresca.
La piscina era lo suficientemente somera para que el agua ni siquiera llegase a sus tobillos cuando entraban en ella. Y todos los invitados llegaron descalzos ya que habían dejado su calzado fuera en señal de respeto a la ceremonia.
Debido a que era una ceremonia sagrada, solo las personas más importantes estaban invitadas. Se prohibió la entrada a personas no autorizadas en la ocasión.
La atmósfera estaba llena de serenidad y majestuosa tranquilidad.