—¡Guau! ¡Mi hombre es el mejor! —chilló Esperanza de alegría al ver la aparición de Kace vestido con ropa blanca, sin embargo, el elogio alegre de su compañera no disipó el mal humor de su rostro.
El licántropo se veía sombrío y se le vio ajustándose las mangas o el cuello de su ropa varias veces en menos de un minuto. Ni siquiera llevaba puesta su capa.
—Déjalo —dijo Kace con melancolía—. No me gusta esto —tiró la capa blanca que tenía en su brazo izquierdo sobre el sofá y, para horror de Esperanza, la vio tumbarse encima de ella sin cuidado.
—¡Eh! ¡Vas a arrugar la capa hasta que no se reconozca! —Esperanza le golpeó el pecho a Kace y lo empujó para salvar su capa.
Con un gemido seguido de un gruñido profundo, Kace movió su cuerpo pesado y dejó que Esperanza se quedara con la capa. La chica entonces lo miró con severidad, completamente en desacuerdo con su comportamiento actual.
