—¿Cómo te llamas? Aún no me lo has dicho. —Esperanza trataba de ganar tiempo para pensar en alguna idea para controlar la situación, ya que era bastante complicada. Si esta bruja se daba cuenta, entonces Esperanza no tendría más opción que obedecer su demanda.
—¡Oh, qué grosera soy! —Esa mujer parecía apenada, pero si uno miraba más de cerca, eran solo palabras vacías e insinceras las que les decía—. Soy Lidya.
Como era de esperarse, Esperanza nunca había escuchado a Serefina mencionar su nombre. Pero también era cierto que Serefina nunca había mencionado a nadie.
—Bueno, Lidya. —Esperanza se aclaró la garganta para ocultar su nerviosismo—. Todo lo que quieres es mi sangre, ¿verdad?
—Eso tienes que dármelo, VOLUNTARIAMENTE. —Ella enfatizó esta parte. Sería inútil si lo tomara por la fuerza.