Serefina levantó las cejas al escuchar eso. —¿Lo abrazaste? —Una sonrisa siniestra apareció en sus labios rojos—. ¿Cuántas veces te he advertido hasta que mis palabras no podían atravesar ese cráneo tan grueso?
Serefina le había dicho a Lana innumerables veces que no dejara que sus sentimientos hacia Kace se extendieran como una enfermedad en su corazón, pero al final, ¿quién podría controlar los sentimientos de alguien?
—Fue sólo un abrazo —Lana fue terca y aún se sentía injusta debido a la fuerte reacción tanto de Serefina como de Kace—. ¿Por qué? ¿Nunca lo has abrazado tú?
Lana, frustrada, hizo una absurda pregunta sobre la situación. Quizás, basado en su relación normal, Serefina y Kace habrían compartido uno o dos abrazos en sus siglos de vida, pero aparentemente no era el caso para ellos y Lana había hecho la pregunta incorrecta.
—¿Por qué debería abrazarlo? —Serefina frunció el ceño mientras su nariz se arrugaba ante la idea de abrazar a Kace.
