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—¿¡Cómo que no está en casa!? —Kace estaba furioso por la llamada telefónica que había recibido de Lana. Ella acababa de decirle que Esperanza no estaba en la escuela cuando fue a recogerla como siempre y que no se podía localizar su teléfono.
Antes de que terminara la llamada con Lana, Kace apretó tanto el vaso que este se hizo pedazos en mil partes.
El hombre a su lado levantó una ceja interrogativamente, aunque no parecía sorprendido por el estallido repentino o por la forma en que la herida en la mano de Kace se curaba más rápido que en un humano.
Justo cuando preguntó qué estaba pasando, la piel de la palma de Kace ya se había regenerado, dejando solo rastros de sangre.
—Mi chica no está en casa —Kace respondió a la pregunta del hombre, gruñendo mientras tomaba su chaqueta y salía apresuradamente del bar.