—No… —Esperanza echó sus brazos alrededor del cuello de Kace y escondió su cara en la hendidura de su hombro—. Los amo a todos. —dijo suavemente.
Kace abrazó su pequeña figura con fuerza, pero no lo suficiente como para lastimarla—. Sé que lo haces.
La meció así durante unos momentos hasta que su voz suave rompió el silencio—. ¿Por qué no tengo padres? ¿Acaso no me quieren?
Kace le acarició la espalda mientras se recostaba en el respaldo del sofá—. Claro que te quieren. Te aman. —Le dio un tierno beso en la frente mientras sentía que ese hecho la había angustiado.
El hecho de que ella no tuviera padres.
Un hecho que Esperanza no se dio cuenta hasta que se inscribió en la escuela y entendió que era diferente. Sabía que Serefina no era su madre y Lana no era su hermana, al igual que lo que la gente asumía que eran.
—Entonces, ¿por qué no están aquí conmigo? —Esperanza levantó la cabeza y miró a Kace con tristeza—. Nunca los he visto.