La mano de Ariel se congeló en el aire, pero su sonrisa seguía intacta en sus labios cuando captó la palabra. —¿Lobo?
Esperanza abrazó las piernas de Kace, no queriendo que esa profesora arruinara su cabello. Le gustaban tanto sus trenzas y Kace no estaba a menudo cerca para hacerle el cabello. Mientras que Lana nunca lo había hecho tan hermoso como Kace y Serefina…
—Jajaja… —Kace soltó una risa seca. Era cierto que su niña no le contaba a otras personas sobre el lobo blanco, pero tampoco cambió la forma en que lo llamaba—. Soy yo… ese es mi apodo. Lo siento, pero a ella no le gusta que la gente toque su cabello.
Kace suavizó la situación con su encantadora sonrisa.
Ariel correspondió la sonrisa de Kace dulcemente mientras negaba con la cabeza, lo que hizo que sus bucles rubios azotaran su rostro suavemente.