No había lágrimas ni quejas, había algo diferente en la forma en que Raine se comportaba, parecía más resuelta y valiente que nunca.
Rafael miraba la espalda de Raine, esta actitud era lo que él deseaba que ella tuviera algún día, poseer el rasgo de la Luna, tal como lo mostraba ahora.
Sin embargo, cuando finalmente lo obtuvo, Rafael sintió que era bastante aterrador, ya que fue testigo personalmente de cómo Raine había cambiado en el corto período de dos años.
Raine se transformó tanto bajo su vigilancia, de una chica que se asustaba fácilmente y ni siquiera hablaba una palabra con las personas a su alrededor, a la chica que era capaz de matar a su propia amiga y ni siquiera derramar una lágrima por ello.
Rafael sabía que esta era una decisión difícil para ella, y no era que Raine no estuviera triste, pero se controlaba muy bien y sabía lo que tenía que priorizar.
Raine ya no necesitaba que alguien le dijera que la decisión que había tomado no era algo que pudiera evitar.