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La gente gritaba y gritaba y algunos incluso intentaban huir del lugar, temiendo que fuera una bomba o algún tipo de ataque terrorista.
No había manera de que un edificio de biblioteca de más de cien años se derrumbara de repente y en un instante, quedara aplastado.
La conmoción empezó a aumentar mientras todos intentaban alejarse, corriendo en diferentes direcciones mientras mantenían a su familia unida. Raine se quedó allí, atónita e inmóvil.
Serefina y Rafael estaban parados a cada lado de ella, mirando en la misma dirección, con el ceño fruncido.
—Rafael... —Raine contuvo la respiración cuando habló—. ¿Es esa... la biblioteca en la que estábamos? —Su pregunta sonaba incrédula en sus oídos mientras la decía.
—Sí, lo era —fue Serefina quien respondió esto por Raine.