Serefina avanzó más adentro del castillo y conjuró otra vez una mariposa blanca. Mientras iba de camino, trató de componerse y concentrarse en la tarea que tenía entre manos y en su misión.
Pero el rostro del niño pequeño no dejaba de venir a su mente, fusionado con la imagen de Jedrek que ella recordaba.
Serefina podía sentir un dolor agudo en su corazón y curvó sus labios en una sonrisa autodespreciativa.
Porque su mente estaba en tal desorden, no fue lo suficientemente cuidadosa cuando giró al final del pasillo que casi fue golpeada por una araña de luces voladora.
Gracias a su extraordinario reflejo, logró esquivarla a tiempo y reducirla a polvo antes de que realmente pudiera golpearla. Al mismo tiempo, la mariposa blanca desapareció, lo que significaba que se había encontrado con la Luna.