Raine se despertó temprano con el sonido del agua corriendo en el baño. Torak debe estar duchándose ahora mismo.
Raine miró a su alrededor y se encontró envuelta en una cálida manta. Lo último que recordaba de la noche anterior era acurrucarse con el gran lobo blanco que ocupaba todo el espacio en la cama. No tuvo más remedio que anidar entre sus patas delanteras.
Sin embargo, a Raine no le importó porque se sentía tan cálido y cómodo. Más tarde le pediría a Torak que se transformara en su forma de lobo otra vez para poder acurrucarse con la bestia.
No mucho después de eso, Torak salió del baño con una toalla colgando baja en su cintura. Gotas de agua caían de su cabello a sus amplios hombros.
Miró directamente a Raine, que lo espiaba desde debajo de la manta.
—Buenos días, mi amor —Torak caminó hacia Raine y besó sus mejillas, su cara se mojó por la humedad en su rostro.