Era oscuro, demasiado oscuro como para que ella pudiera ver sus propias manos y era demasiado silencioso como para que pudiera oír cualquier cosa al punto de que podía oír su propio latido del corazón en sus oídos.
Raine se agachó, abrazando sus rodillas mientras trataba de oír cualquier sonido de su alrededor. A medida que el miedo se infiltraba, un viento frío giraba como una serpiente maliciosa deslizándose alrededor de su cuerpo.
Ella no sabía dónde estaba ni cómo había llegado allí, se suponía que debía estar con Torak dentro de su dormitorio, durmiendo plácidamente en su abrazo, segura.
Pero, ¿por qué estaba allí? ¿Y dónde estaba Torak?
Raine podía sentir cómo las puntas de sus dedos se congelaban mientras tenía dificultad para respirar. Tenía miedo.
—Torak... —sollozó su nombre débilmente como si fuera un encanto para mantenerla segura—. Torak...