Lucifer caminaba aplastando las carcasas bajo sus pies junto con Lilith y Belphegor, siguiéndole de cerca. Sus ojos dorados ojeaban todo el lugar y sus labios se curvaban en una sonrisa burlona.
Alrededor de los diablos, las bestias continuaban causando estragos y no dejaban de matar a aquellos transformadores, que ya no podían mantener su forma de bestia. Era más fácil para ellos deshacerse de los guerreros licántropos una vez que se convertían en su forma humana y estaban totalmente agotados, incluso para levantar un dedo.
Estaban matando a aquellos licántropos sin una verdadera resistencia. Y su extraña condición solo añadía más a la escena macabra, ya que el olor a sangre se esparcía muy espeso en el aire.
Los ojos dorados de Lucifer captaron una figura familiar, y pronto se dio cuenta de que era Eaton. El antiguo beta del viejo Donovan lo miraba con desprecio evidente en sus ojos.