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Jedrek sabía muy bien que Lilac no permitiría que eso sucediera. Era como un libro abierto que era muy fácil de leer.
La verdadera naturaleza del ángel guardián, que tenía un corazón tierno, no se había perdido del todo en ella y Jedrek no se contenía para hacer buen uso de ello.
Aun así, Lilac todavía estaba molesta por la forma en que Jedrek la trataba.
—No hay necesidad de estar molesta —le dijo Theo casualmente—. Puedes elegir quedarte dentro del castillo, si no te gusta que te sigan. A mí realmente tampoco me gusta escoltarte.
Lilac le lanzó una mirada desagradable. —No tientes tu suerte, general, o no me importará el castigo que Jedrek te dará a ti.
Ella pensó que Theo le respondería, pero el general optó por cerrar la boca bien apretada.
—¿Qué castigo te dará Jedrek si logro escapar? —Lilac tenía curiosidad cuando Theo se quedó callado.