—No hay diferencia entre la aldea y este lugar —Ian examinó su entorno con sus ojos, la oscuridad de la noche no parecía afectar ni limitar su visión, a pesar de que solo había un poco de luz en la calle casi vacía—. Solo... este lugar huele a brujas y vampiros —frunció la nariz disgustado por el olor insoportable.
Esperanza tiró de las mangas de Ian, tratando de detenerlo para no irritar a Lidya, pero aparentemente la bruja frente a ellos tenía mejor temperamento que Serefina, porque si fuera ella, habría convertido a este joven y terco hombre lobo en algo más allá de su imaginación.
Sin embargo, aparte de sus interminables quejas, Esperanza podía ver en sus ojos que los gemelos estaban disfrutando de este nuevo ambiente, y ella también...