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Los ojos de Fucsia se agrandaron con shock. Se llevó la mano a la boca mientras su mente se adormecía. —Esto no puede ser... —murmuró ella.
—¡Sí, Sammy! —gritó Bernice desde adentro—. ¡Móntame! ¡Móntame duro!
—¡Hu! ¡Hu! —Samuel—. ¡Sí, sí!
Fucsia podía oír el sonido de su piel chocando una contra la otra. Era tan repugnante que corrió al baño cercano y vomitó. Perturbada mental y físicamente, titubeó al salir. Todos sus planes, todos sus sueños, aquel castillo mágico cuyos ladrillos había ido colocando uno a uno, destrozados por los horrendos sonidos que venían del cuarto de Bernice. No estaba segura de si todo esto era real o no. Sus ojos se llenaron de más lágrimas y estas corrieron. Sollozó, —Bernice... yo tenía esperanzas puestas en ti...
Cuando salió al salón principal, vio a Samus allí parado con los brazos cruzados sobre su pecho. Su rostro estaba rojo de ira.