—Este lugar es el más hermoso de tu propiedad, Kaizan. Gracias por pasar tiempo conmigo aquí —una mueca apareció en su hermoso rostro—. ¿Por qué me agradeces, Olivia? Este lugar te pertenece tanto como a mí. Y me encanta hacerte cosas —de hecho, se sentía tan bien estar con ella que pensaba que su existencia previa era inútil.
—Entonces, además de mirarte con adoración y de que me hagas sentir mareada de calor todo el tiempo, ¿qué más tienes preparado para mí? —ella lo besó en su pecho mientras apoyaba su barbilla en sus brazos cruzados y lo miraba con amor.
—¿Qué más puedo ofrecerte además de protegerte y alimentarte bien? Incluso si no soy el General del ejército de los Valles Plateados, tengo riquezas para consentirte. Y quiero consentirte —él acunó su cabeza sobre un brazo y llevó su mano libre a acariciar sus suaves mejillas con los nudillos.
—Y quiero tener una docena de bebés contigo —confesó, mirándolo intensamente a los ojos avellana.