—El plan es muy simple, mi querida hija —dijo Fucsia con un brillo en sus ojos que se extendía por su rostro resaltando cada pensamiento malévolo de su mente.
—¿Y cuál es el plan? —Bernice entrecerró los ojos.
—Cuando Kaizan y Olivia vengan aquí mañana, le pediré a tu padre que lleve a Kaizan por nuestros jardines. Cuando Olivia esté sola, usaré este cuchillo para matarla. Todo lo que tengo que hacer es cortar un poco su carne. Lo haré mientras le sirvo frutas en la mesa del comedor y ella ni siquiera se dará cuenta de lo que pasó. El capitán Samuel nos visitará por primera vez. Cuando Olivia muera, trasladaremos toda la culpa a él —Fucsia envainó el cuchillo y lo guardó cuidadosamente en el bolsillo de su vestido.
—¡Eres brillante, madre! —dijo Bernice—. La culpa recaerá sobre el capitán Samuel, porque yo actuaré como testigo.
—Sí, Bernice. Veo que has comenzado a pensar como yo —Fucsia soltó una risita.