Iona golpeó el brazo de su hermano mientras se reía. —¡He aprendido a controlar mis emociones! —dijo—. Madre me está enseñando, ayudándome y también lo está haciendo Padre.
—Siempre que tu padre no esté ocupado pasando el rato en sus vacaciones —dijo Adriana, siguiendo a Iona. Caminó hacia sus hijos y los observó cariñosamente, sus ojos dorados del color de la miel cálida.
—Madre —Íleo dejó a Iona y la abrazó—. ¿Cómo estás? —preguntó con una sonrisa mientras Adriana le acomodaba los mechones sobre la frente.
—Muy bien —respondió ella—. Creo que venir a Galahar fue una de las mejores decisiones que he tomado. No solo paso tiempo con Iona, sino que también tengo unas vacaciones geniales sin absolutamente ninguna tensión. —Se rió—. ¡Estoy tan feliz y renovada que no te lo puedes imaginar! Ojos dorados miraron a los dorados que eran justo como los suyos. —¿Cómo van las cosas en Draoidh? Espero no haber dejado un rebelde en lugar de un gobernante a sus ciudadanos.