Íleo aguzó el oído para escuchar el familiar sonido de gruñidos o aullidos, pero para su total asombro, escuchó el pesado trote de… cascos. Recogió sus lanzas y corrió veinte yardas lejos de Kaizan para sentarse en la esquina del grueso parapeto. A través de la aspillera, observó el movimiento mientras afinaba aún más el oído para escuchar el sonido. Había caballos allí afuera.
Un escalofrío de pavor le erizó el cabello de la nuca y recorrió su espina dorsal. Levantó la cabeza para mirar hacia Kaizan y supo que incluso él estaba sintiendo lo mismo.
—¿Quieres que vaya a averiguar? —preguntó Kaizan mentalmente mientras intentaba atravesar con su visión la densa niebla.