Mientras Anastasia caminaba por los jardines, admiraba el hermoso jazmín y jacarandá que florecían de noche, cuya fragancia flotaba en el aire junto con el frío. Se deslizaba por el camino y entraba en los corredores de la mansión. Flanqueada por los guardias, Darla y Kaizan, cruzó los corredores y entró en un vestíbulo que tenía varias pinturas. Les echó un vistazo superficial: una cacofonía de colores contra fondos grises, negros y azul marino. Anastasia sintió la necesidad de mirar las pinturas que estaban hechas de madera incrustada. Se acercó a ellas sintiendo una sensación de inquietud.
—¿Te gustan? —preguntó Darla en un susurro casi inaudible.