—Íleo dijo:
—Siempre estoy ahí para ti, Anastasia. Te protegeré y me aseguraré de que tu integración en Draoidh sea perfecta.
—Anastasia no se dio cuenta, pero había dibujado con sus dedos enredaderas en su bíceps... las mismas que siempre le habían encantado en su jardín en Vilinski. Al escuchar sus palabras, se levantó y presionó sus labios contra los de él, sin saber que su piel respondía mientras los tatuajes se extendían por su piel. Cuando se alejó, dijo con una risa:
—Pero voy a hacer travesuras con ellos de vez en cuando.
Él levantó su ala y la aleteó débilmente.
—Él se rió. —¡Santo hada! ¡No puedes hacer eso! —Capturó su ala mientras le hacía cosquillas.
—Anastasia se rió y apartó su mano del ala. —Entonces, ¿qué tal esto? —Entrecerró los ojos y sacó la lengua. —Estoy segura de que les encantará.
—¡Detente, por amor a los dioses! —ordenó él y cubrió su cara con sus grandes manos.
—Ella empujó sus manos una vez más y se rió. —¡Puedo hacerlo mejor que esto! —Rió ella.