Íleo no sabía desde cuándo, pero su aprobación para casarse con él lo afectó a un nivel fundamental. Su lobo estaba extasiado, satisfecho de tener a su pareja en sus brazos, quien acababa de aceptar casarse con él. Su pecho latía con fuerza contra su caja torácica. Nunca había experimentado este tipo de anticipación en su vida. La chica iba a resultar muy caliente y picante para él y esperaba estar a la altura y satisfacerla en todos los sentidos posibles, pues había nacido para ella.
La besó como si fuera la primera vez. Sus manos temblaban por la necesidad de explorarla nuevamente, por la necesidad de marcarla, de reclamarla para que nadie se atreviera siquiera a pensar en reclamarla. "Ana..." gemía su nombre una y otra vez mientras vertía su pasión, su ansiedad y su loco amor por ella en su garganta. "¡Ah dioses!"