Kaizan ahora enfrentaba al demonio que flotaba en el aire frente a él. Con un compañero muerto, el demonio estaba furioso. —¡Te desafío a que claves esa espada en mí, Kaizan! —siseó.
Kaizan sabía que en el momento en que clavara la espada en él, su sangre le salpicaría y lo mataría. —¡Esto no es un desafío! —siseó Kaizan de vuelta—. ¡Esto se llama retar a un oponente que crees que es tonto! Giró su espada en su mano derecha. —Adivina qué? Tengo una idea mejor. —Le guiñó el ojo al demonio. Se lanzó hacia él pero de tal manera que aterrizó a la derecha. En cuanto estuvo a su lado, golpeó el ala del demonio con su espada y luego cayó al suelo. El demonio rugió de dolor y quedó sorprendido cuando la jāmbia le golpeó debajo del pecho. El demonio fue lanzado hacia atrás y chocó contra un árbol antes de caer al suelo, muerto. Mientras Kaizan se levantaba ileso, Íleo movió su mano hacia arriba en el aire. La daga regresó volando a su mano.