—¿Dónde está la horda ahora? —preguntó Íleo con una voz grave mientras se levantaba y se preparaba para salir.
—Aún no lo sabemos… —respondió el guardia.
—Puedes retirarte —ordenó Íleo y el guardia hizo una reverencia antes de irse. Íleo recogió su daga y espada para irse.
—¡Aly! —lo llamó Anastasia—. Cena y vete. Había preocupación en su voz. Se acercó a él y le tomó la mano—. Por favor.
Él llevó su mano a la mejilla de ella mientras apoyaba su frente en la de ella. Acariciando su mejilla con su pulgar, dijo:
—No sé lo que está pasando allá afuera y hasta que lo descubra, no podré descansar.
Su impulso de protegerla a ella y a sus seres queridos siempre estaba por encima de todo.
Ella cerró los ojos mientras los envolvía en sus alas—. Lo sé querida —dijo con voz suave—. Pero a menos que comas bien, no podrás protegerme ni proteger a nadie más.
Él se rió. Ella era tan adorable—. ¡Entonces apresúrate y dame comida, esposa! Tengo trabajo que hacer.