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Paige se preguntaba si era una fenómeno cuando escuchó que a Tyler le gustaba dar azotes. Su experiencia anterior con Connor la había dejado tan satisfecha y completa que pensaba que había echado de menos eso toda su vida. Se sentía tranquila y emocionada al mismo tiempo.
Con su frente en su espalda, Tyer no podía dejar de tocar a Paige. Su brazo descansaba sobre su cadera mientras sus dedos iban a los rizos de su entrepierna. Los recorría hasta sus muslos y luego hacia el costado y después hacia su trasero. Las manos de Connor habían cubierto sus senos y estaba mordisqueando su nuca mientras manoseaba sus pechos. Ella estaba en el cielo.
—¿Quieres volver a la cabaña? —preguntó Tyler mientras apretaba el trasero de Paige—. Me encantaría azotarte pero primero tengo que asegurarme de que no vayas a escapar.
Paige se tensó. —¿Dolerá mucho? —preguntó, aunque anticipaba el dolor y el placer.