—¿Qué estás haciendo? —gritó Anastasia mientras intentaba arrancar el puñal de la mano de Iona.
Iona esquivó sus esfuerzos. —Cortaré mi muñeca para darle sangre. Dejaré que se alimente de hasta la última gota de mi sangre, ¡pero tiene que vivir!
—¡Iona! —Anastasia la regañó y la obligó a tirar el puñal al suelo—. Detente. No se salvará con tu sangre. Necesitamos la sangre de su familia.
Iona empezó a llorar de nuevo. Se apresuró al lado de Rolfe y sostuvo su mano en sus mejillas. —Entonces, ¿qué hago? —preguntó, sintiéndose completamente impotente. Anastasia se acercó y comenzó a acariciarle el cabello. La chica había pasado por tanto que verla en ese estado le retorcía el corazón de dolor.
—Estará bien, Iona... —Anastasia trató de tranquilizarla mientras le acariciaba el cabello y la espalda, sus dedos infundiendo una magia cálida y suave para que su dolor se disipara.