Iona no sabía a qué se refería con venir así, pero definitivamente quería probarlo. Sus mejillas se volvieron de un rosa intenso y él supo que ella quería chuparlo. Sus cuernos comenzaron a erguirse, sus colmillos se alargaron y ella ronroneó. ¡Maldita sea! Tenía que mantener las cosas bajo control. —Iona, bebé. Puedes tenerlo más tarde porque hoy quiero adorarte.
—¿Por qué no te quitas esos pantalones? —preguntó ella. Sintió que él estaba incómodo.