—Pero, ¿cómo puedo volver en el tiempo sin un recuerdo? Yo no estuve ahí —dijo Íleo.
—Entonces usa mis recuerdos —dijo Adriana.
—Eso es peligroso, madre —él respondió—. Quieres que extraiga el hilo de ese recuerdo y usar eso para volver en el tiempo. Es peligroso. Puede—puede—afectar gravemente tu mente.
Adriana sonrió y se recostó relajada en la silla.
—No soy tan débil, hijo. Isidorus y tu padre van a estar allí cuando hagas esto.
—Vas a usar mis recuerdos, Íleo —dijo Dmitri con brusquedad.
—¡No! —contestó Adriana—. Tu cerebro no es tan.
—¡Cállate, esposa! —dijo Dmitri. Miró a su hijo—. ¡Vas a usar mis recuerdos!
—Dmitri, tú no
—La decisión está tomada —dijo Dmitri, cortándola de manera firme.
Adriana apretó los labios y cruzó sus brazos mirando a su arrogante esposo. Esa mirada arrogante en su rostro aparecía pocas veces, pero cuando lo hacía, era como si ninguna lógica funcionara.