El sendero por el que caminaban estaba bordeado de altos y erosionados árboles que formaban dosel sobre sus cabezas. Las hojas moteadas por el sol creaban sombras titilantes sobre el grupo que caminaba debajo de ellas. Las hojas muertas crujían bajo sus pies. Las frescas ráfagas de viento enviaban estremecimientos de movimiento a través de las ramas. Desde el rabillo del ojo, Darla vio un tenue movimiento sobre los bordes levantados de la corteza de un árbol. Al principio no le prestó atención, dándole el beneficio de la duda de que solo eran las sombras de las hojas. Sin embargo, cuando la sombra se deslizó hacia afuera y se enroscó alrededor de la rama, el cabello se le erizó en la nuca.