—Por favor, hija —susurró Aymora a través de sus dientes—. Por favor. No nos dejes.
Thrub… thrub…
Thrub.
Todo el cuerpo de Reth se puso rígido y él se giró hacia su lado, apoyándose en su codo, aunque no se suponía que moviera ese brazo porque era donde estaban conectados. Acarició suavemente el rostro de Elia. —Elia, amor, por favor... por favor... no te rindas. Sigue luchando. Ya casi estamos.
—No puedo... la hemorragia es demasiado... —Un pequeño grito de frustración y miedo surgió de Aymora y se inclinó sobre el estómago de Elia, su cabeza echada hacia atrás, ojos fuertemente cerrados conteniendo las lágrimas.
—Abre las tuberías otra vez, Reth, por si acaso... por si acaso podemos
—Nunca las cerramos —dijo él con voz ronca, su pulgar trazando la mejilla de Elia que se estaba poniendo más pálida. Su piel estaba seca, pero había tomado un tono antinatural, como si se estuviera poniendo azul.