—¡Reth! —gruñó Aymora, exasperada.
—¡Fuera. FUERA! —gritó Reth.
—Sí —respiró Behryn, luego giró, manteniendo los ojos bajos y salió rápidamente de la habitación.
—¡Tú también, Reth!
—Yo—¡¿qué?! —gruñó él, girándose— para encontrar a Aymora avanzando hacia él en pocos pasos, sus ojos brillando y su cabello volando, como un ángel vengador.
—¡Fuera! ¡Fuera!
—¡No dejaré a mi pareja! —gruñó él.
—Lo harás, y debes hacerlo. Sal ahí fuera, quema ese vapor y no vuelvas hasta que puedas ser una influencia calmada y reconfortante.
—Pero