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Kalle aspiró con fuerza, pero no tuvo tiempo de responder cuando su tío Shaw, aún con los pantalones, la camiseta y el chaleco de suéter que había llevado en la cena, se agarró de su brazo y empezó a arrastrarla de vuelta hacia la casa. Tuvo el pensamiento fugaz de que hacía demasiado frío para él afuera vestido así, pero avanzó con ímpetu, solo volviéndose para fulminar con la mirada por encima de su hombro, con una expresión que decía que le gustaría abofetearla.
—¡No te acerques nunca a ese lugar, Kalle! —rugió él, sujetándole la muñeca con un agarre de hierro—. Ella intentó zafarse, intentó sacudir sus dedos, pero solo acabó tropezando detrás de él.
—¿Qué—qué estás haciendo aquí fuera? —susurró ella.
Pero Shaw seguía arrastrándola lejos del portal, gesticulando con su mano libre, escupiendo de lo enfadado que estaba:
— ¿Qué diablos estás pensando?! Tu pareja volverá—y aunque no lo haga, ¡solo conseguirás que te maten al entrar ahí!