—¿Te gusta? —preguntó Candace, sus ojos brillantes y curiosos.
Elia estaba parada en su habitación con Reth, los ojos muy abiertos, mirando el vestido que Candace había colocado sobre sus brazos y ofrecía para la aprobación de Elia. —Candace… es hermoso —suspiró ella.
El vestido era de cuello halter hecho del tejido hermoso, suave y algo transparente que había visto a Candace tejiendo semanas atrás. Era de un crema pálido, casi blanco, que se recogía desde el cuello para cubrir el busto, pero desde las costillas estaba bordado con formas suavemente ondulantes en múltiples tonos de oro y azul. El patrón bordado cubría casi todo el tejido en el estómago, pero a medida que el vestido se abría hacia el suelo, los espacios entre ellos se ampliaban, como pétalos cayendo de un árbol en flor.
—Me alegra que te guste —dijo Candace con una amplia sonrisa—. Sabía que los colores te favorecerían, pero admito que es difícil no estar familiarizada con tu estilo.