—Tenía la intención de dejarla sola esta noche, especialmente cuando se enteró de que estaba adolorida por su entrenamiento. Pero su risa pronto se convirtió en suspiros, mientras su fingida fiesta en su cuerpo se convertía en un banquete en verdad. Succionaba su piel, saboreándola, inhalando su aroma; el deseo creciendo en ambos con cada segundo que pasaba. Aún estaban de pie en la esquina del dormitorio cuando sus respiraciones gemelas comenzaron a hacer eco en la habitación en silencio.
Solo la había presionado contra la pared para que pudiera meter su rodilla entre sus muslos y darle algo de presión allí, pero fue más exitoso de lo que había anticipado y, en un minuto o dos, ella comenzó a inclinar la cabeza hacia atrás, saliendo del beso, jadeando mientras él la presionaba y la hacía girar contra la pared al ritmo de sus besos.