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—Su Majestad, el almuerzo está listo para servirse.
Rex asintió con la cabeza y dejó a un lado los documentos que tenía en la mano unos momentos después.
Después de eso, se levantó de su silla y salió del estudio.
Muchas cosas sobre él han cambiado ahora.
Su capa azul se ha cambiado por una roja.
Ya no era un príncipe juguetón sino un Rey calmado, compuesto y majestuoso que tenía autoridad sobre un Imperio que era la fusión de dos Imperios.
Como de costumbre, fue a sus cámaras donde su esposa y la Reina de la nación también estaba ocupada con sus propios trabajos.
—¡Fuera! —Rex despidió a todas las criadas que estaban ayudando a Alejandría con la preparación del banquete que tendría lugar tres días después.
Después de que las criadas se fueron, caminó hacia su esposa cuya atención estaba toda en la cuna que tenía una pequeña versión de él y de Alejandría.
—No le des toda tu atención a tus hijos. Dale un poco al padre también —susurró al abrazarla por detrás.