El sastre se fue, pero Rex se quedó.
Sus ojos estaban llenos de interés mientras miraba a Evelyn y a Regan. Ni Elias ni Evelyn entendieron nunca el significado de su mirada.
Pero Regan sí lo entendió y solo se sintió irritado... así como enojado.
Enfadado con esta chica tonta y estúpida.
—Su Alteza, ¿debo traer la cena? —le preguntó educadamente, pero él pudo ver la esperanza en sus ojos. Como si supiera que él estaba enojado con ella.
Bien... ella debería saberlo.
—No es necesario —dijo fríamente mientras se dirigía hacia su cama para mirar los documentos que le esperaban desde la mañana.
Evelyn frunció el ceño, confundida, ahora segura de que él estaba enojado con ella.
Pero ella no entendía por qué.
Inconscientemente no pudo evitar mirar a los otros dos hombres dentro de la habitación, con la esperanza de que la ayudaran.
Sin embargo, Rex se encogió de hombros, y Elias... ella podía sentir la culpa emanando de sus ojos hacia ella.