Lo primero que hizo Evelyn después de entrar en la habitación donde la esperaban Ezra y Peri fue mirar la muñeca de Peri.
Peri llevaba un vestido que le llegaba a los codos, así que cuando Evelyn vio su muñeca desnuda y el signo de carne como si acabara de crecer de nuevo, se sintió feliz.
Significaba que Peri ya no era una esclava.
Aún no se había sentado al lado de Ezra cuando Peri de repente la envolvió en un abrazo y dijo:
—Evelyn, muchísimas gracias.
La voz de Peri estaba cargada pero Evelyn podía sentir la sinceridad en ella.
Ella sonrió y esta vez de corazón. No era la sonrisa educada que había dado a Peri antes. Evelyn podía entender muy bien cómo se sentía Peri.
Se sentía feliz por Peri.
Dando palmaditas en su espalda suavemente, se separó de Peri y miró a Ezra.
—Gracias, Ezra.
Ezra parpadeó como si no esperara recibir las gracias. Al ver la hermosa sonrisa de su dama, se sonrojó y se rió nerviosamente mientras decía:
—Mi dama no necesita darme las gracias.