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—Los demás te habrán perdonado, pero yo no puedo y no lo haré —dijo Morpheus mientras daba un paso hacia Draven, su mirada penetrante clavándose directamente en sus ojos aparentemente carentes de emoción.
—Nunca busqué tu perdón. No te equivoques —dijo Draven, sin querer mostrar ni una pizca de arrepentimiento.
Morpheus soltó una risa seca. —Como era de esperarse de ti, Draven Todopoderoso.
—Si has terminado de lloriquear por el pasado, deja mi palacio. No tengo tiempo para acompañarte en tus lágrimas.
Sin sentirse afectado por ello, Morpheus caminó alrededor de Draven con paso firme.
—Tampoco soy aficionado a ver lágrimas de cocodrilo —dijo y luego pasó al verdadero motivo por el que había venido—. He venido a darte un consejo.
—No necesito ninguno —respondió Draven.
—Podrías necesitarlo cuando se trata de esa humana —Morpheus se detuvo caminando cuando se colocó exactamente frente a Draven—. Esa humana, te importa mucho, ¿verdad?