Mientras Ember disfrutaba de las vistas de Ronan, Erlos temía su regreso al palacio.
Draven se sentó en su silla, retomando el trabajo inacabado en el mapa como si nunca se hubiera ido, mientras Erlos se mantenía frente a su rey con la cabeza gacha. Aunque su ropa todavía estaba arrugada, hacía tiempo que se había sacudido las hojas que cubrían su cuerpo.
Mientras esperaba dentro del silencioso estudio, el joven elfo no podía evitar moverse nerviosamente, pero se quedó inmóvil como una estatua al ver que el rey finalmente dejaba la pluma. Eso significaba que ahora era su turno de ser interrogado.
Justo cuando se preguntaba si su maestro empezaría por lanzarle comentarios sarcásticos o por castigarlo con más trabajo primero, escuchó algo inesperado.
—Un día.
—¿S-Sí, señor?
—Regresaste en solo un día —dijo Draven con voz lánguida—. Debes haber usado tus poderes de la manera correcta.