—¡No te quejes cuando estoy siendo amable incluso después de lo que nos has hecho hoy! —exclamó.
—¡Eh! —sorprendida por su repentina acusación, una mirada de desconcierto cruzó sus ojos.
—¿Qué he hecho? —aunque habían peleado durante el almuerzo, el culpable era él—. ¿Por qué me acusas de repente?
—¿No has cenado con tu esposo? —preguntó él—. Pensé que quería pasar tiempo a solas contigo —tres profundas líneas se formaron en su frente ya que no podía conectar ambos asuntos, pero asintió con la cabeza.
—¡Lo hice! Acabo de venir de allí hace unos minutos.
—¡Así que ni siquiera te lo dijo! Y aquí pensé que presumiría de ello. ¡Qué tontería! —sacudió la cabeza cuando sus ojos se llenaron de alegría y luego avanzó unos pasos y se sentó a su lado.
Ella miró al loco con cautela mientras lo maldecía en voz baja cuando él se recostó más poniendo todo su peso en su mano derecha.