Los ancianos corrían más rápido como si fueran a luchar por la posición del emperador.
Lucio miró la sonrisa astuta en su rostro y sacudió la cabeza. No podía creer que hubieran caído en la trampa.
—Son demasiado avaros como para pensar racionalmente —respondió ella cuando él cerró los ojos y tomó una respiración profunda.
—¿Por qué estás aquí? Estoy seguro de que no tenía nada que ver con estos extraños planes —ella sonrió ante su observación mientras él se sentaba y la miraba.
—Algunas de las brujas habían robado berilio. Si la guerra comenzara, todos nuestros esfuerzos por traer la paz serían en vano. Estoy aquí para pedir ayuda. Tú estás más en contacto con las brujas que yo. Ayúdame y prometo devolverte el favor —Él sacudió la cabeza mientras se volvía solemne.