—¿Se estaba yendo? ¿Ahora? ¿Después de todo lo que había pasado?
Él no se fue cuando ella se lo pidió. Tampoco se fue cuando ella quería que se fuera.
Y ahora quería irse. La emoción que le dolía el pecho y le hacía sentir sofocada. La emoción que le roía el pecho era toda debido a su terquedad de quedarse, ¡y ahora quería irse!
Quería agarrarle de la solapa y sacudírsela con fuerza. ¿Qué derecho tenía de jugar con ella? ¿Qué derecho tenía de venir e ir como le placiera? ¿Qué se creía él en este mundo?
Enojo, resentimiento, frustración y más que nada dolor empezaron a llenar su pecho, pero ella solo asintió.
Asintió con la cabeza en aceptación a su decisión de irse cuando él soltó una risa hueca y desanimada.
Una mirada autodespreciativa llenó su rostro mientras asintió a cambio y se dio la vuelta para irse.
Por un segundo, aún tenía la esperanza de que ella lo detuviera. Pero todo era solo su ilusión.
Al final, ¡no lo hizo!