—¿Un demonio fuerte? —los ojos de Hazel se agrandaron. Pero no lo vio entre los demonios—. Él era... —hizo una pausa y miró hacia otro lado.
—Sí, él estaba actuando todo este tiempo y no necesitabas sentirte mal por eso. Fue mi error creerle tan fácilmente —suspiró y cerró los ojos.
—Pero...
—Cuando lo saqué de allí, le tomó apenas unos minutos despertar, pero no me dejaba ir para ayudarte —sus palabras se ahogaban en su garganta y Hazel sintió como si le hubieran clavado una aguja en el corazón.
Se acercó y abrazó a la chica. Anne respondió al abrazo pero negó con la cabeza.
—No soy tan débil. Entonces, no necesitas llorar por eso. Y le pegué un puñetazo y una patada en su joya, así que tampoco tienes que preocuparte por esa venganza —dijo con una risita, pero su voz seguía siendo débil.
—Solo me alegro de que hayas salido ilesa de la situación —aunque, ¿valía la pena siquiera?
Hazel no necesitaba escuchar para saber qué había pasado allí. Se sintió herida por la chica.