—¡Aullido! —Un gran aullido de lamento reverberaba en el aire. Y el animal cayó, los otros lobos aullaban en respuesta, como si prometieran al muerto su venganza.
Algunos aceleraron el paso para cazarnos y los otros se detuvieron a mirar a su amigo que murió.
Ella soltó un suspiro mientras disparaba otra flecha y esta vez acertó en la boca del lobo, atravesándola y saliendo por la parte trasera de su cuello.
El tercero fue golpeado en la frente —nuevamente. Y otro murió allí mismo pero incluso después de tanto aullar y matar, el último lobo no dejó de seguir a Hazel y ella no tenía otra manera de matarlo.
Tuvo que sostener la silla para equilibrarse cuando notó que había algo escondido en sus capas, pero para revisarlo tenía que sentarse bien primero ya que sentía que el caballo también se estaba volviendo loco.
Empezó a saltar y a elevarse en el aire con las patas tan alto que Hazel tuvo que agarrar su cuello para asegurarse de no caer directamente a la boca del lobo.