Después de la larga noche que estuvo llena de caos para el mundo, Hazel despertó en los brazos de su amante, su esposo, el único que la cuidó cuando no tenía a nadie.
Tenía una sonrisa suave en su rostro mientras miraba su figura dormida.
Como vampiro, sus reflejos eran demasiado fuertes, por lo que era una rara oportunidad verlo dormir tan despreocupado.
¡Sus pestañas debían de ser más densas que las de ella y su piel! Se sentía como si estuviera resplandeciendo bajo la luz del sol. Era tan guapo que no podía apartar los ojos de él.
Lo seguía mirando como si intentara grabar sus rasgos en su corazón.
Se preguntaba cómo se habían conocido y se habían enamorado el uno del otro cuando pertenecían a dos ligas completamente diferentes.
Su corazón comenzó a palpitar y una sonrisa orgullosa se formó en sus labios que estaba llena de indulgencia.