Hazel levantó la daga mientras trataba de apuñalar a Luciano otra vez pero él sujetó sus manos firmemente y sacudió la cabeza como si estuviera manejando las rabietas de un niño.
—¡Hazel, Hazel! Sé que estás enfadada conmigo por mis acciones descorteses, pero debes saber que todo esto lo hago solo por tu bienestar.
Rafael no es bueno para ti. No te amó y nunca lo hará. Mientras que yo... yo siempre estaré contigo y te valoraré —tocó su rostro como si estuviera mirando a una diosa. Una maravilla que solo le pertenecía a él.
—¿Quién ha dicho eso? —Hazel, que reunía todas sus fuerzas restantes para atacar al tonto de nuevo.
No quería matarlo, pero quería darle una buena lección para que despertara de su sueño.
La daga era una distracción para que no se diera cuenta de que ella iba a atacar su núcleo. Una vez que su núcleo fuera tratado, iba a golpearlo hasta que su cara se pusiera roja y azul.
Pero la repentina voz la sorprendió.