Hazel lo miró con una expresión inexpresiva en su rostro que le irritaba.
Él quería verla suplicar por su misericordia. Quería que llorara y juntara sus manos frente a él. Arrodillarse para vivir más, pero sus expresiones vacías solo se burlaban de él, lo cual ya no podía soportar.
Con el ceño fruncido, levantó su otra mano para abofetearla cuando Luciano se adelantó.
Los ojos de Hazel brillaron y susurró una palabra —¡ahora!— mientras miraba a Luciano que parpadeaba.
Estaba a punto de negar con la cabeza pero se detuvo. Sabía que si quería mantenerla a salvo, tenía que escucharla.
Las manos de Luciano se cerraron en un puño mientras asentía y corría en dirección opuesta.
—¡Guardias, detenedlo. No debe salir de la cámara! —anunció Vicente en voz alta deteniéndose en seco.
Los guardias asintieron y corrieron detrás de Luciano que ya había salido de la habitación cuando Vicente inclinó la cabeza y rió.